9 feb 2011

Blog Estudiar fuera – Blog Universia » Guía básica para solicitar una beca en el exterior

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Guía básica para solicitar una beca en el exterior
Si has decidido solicitar una beca o patrocinio para cursar estudios de postgrado en el exterior establece con prioridad tu proyecto de vida y saca un presupuesto estimado para gastos: fotocopias, transporte, apostille, envíos por correo, consultas de internet y tramitología.

Esto te permitirá seguir paso a paso los lineamientos básicos y no quedarte a mitad de camino.

Importante: Debido al gran número de solicitudes que se dan en latinoamérica, es clave que hagas méritos académicos y profesionales antes de solicitarla. En la mayoría de los casos, los críterios son los mismos: alto rendimiento durante los estudios de pregrado, buena hoja de vida, otros estudios, dominio de una segunda lengua y respaldo institucional.

Para empezar:
1. Búsqueda de programas: Para la mayoria de becas el primer requisito es contar con una carta de aceptación y admisión en un programa académico. Establece cuáles son, según tu perfil, las áreas de tu preferencia y qué universidades del mundo las ofrecen. Has un listado de las más opcionadas y sigue paso a paso los procedimientos para obtener la admisión.

Lo más recomendable es pedir cupo en cinco o seis universidades al mismo tiempo. Ten en cuenta que deberás enviar documentación por correo certificado y que esto puede tardar más de lo previsto. Las cartas deben solicitarse por lo menos con un año de antelación.

2. Busca la beca: Después de asegurar la admisión al centro de estudios de tu preferencia, investiga cuáles son las instituciones nacionales e internacionales que ofrecen becas. Esto lo puedes hacer por internet o consultando los listados que ofrecen embajadas, fundaciones, empresas,ONG, Instituciones unilaterales, (OEA, BID, la Unión Europea, UNESCO), universidades, Icetex, Colfuturo, entre otras.

3. Has la solicitud con tiempo: Establece un cronograma para que cumplas con los trámites y requisitos en las fechas previstas. Cada una exige documentos distintos y varían según el país y el programa de estudios. No olvides tener en regla el pasaporte, tus diplomas y certificados académicos, cédula, certificado del DAS, actas de grado y legalizaciones por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Importante: Ten a la mano una lista de diligencias y tramites por seguir, con los respectivos teléfonos, horarios, costos y direcciones en donde se solicita cada uno.

4. Exámenes de idiomas: No olvides presentar las pruebas que certifiquen el dominio de una segunda lengua. Consulta periódicamente la programación de exámenes en los Institutos acreditados para ello (Centro Colombo Americano, British Council, Alianza colombo Francesa, Instituto de Cultura de Brasil, Instituto Italiano de Cultura, entre otros)

5. Lee con cuidado los requisitos para cada beca: No todas las becas son iguales ni exigen los mismos papeles. Algunas instituciones oferentes piden ensayos, cartas de recomendación, dominio de una segunda lengua y carta de aceptación al centro docente. Sin embargo existen otras en las que la solicitud se llena únicamente on – line y piden menos documentos.

6. Se constante y paciente: Esta es quizás la recomendación más importante porque el proceso requiere de dedicación, entrega y disposición para cumplir con documentos, plazos, filas, horarios y costos. Ten paciencia y si de verdad está en tu proyecto de vida has lo que esté a tu alcance para lograrlo.

6 feb 2011

Democracia 2.0 hacia la nueva auto gestión de las políticas públicas, quitar a los políticos del poder para ser ejercido por las masas... será?



Blog de Eduard Punset » El denominador común de nuestro origen



A pesar de todas las exageraciones en curso sobre el creacionismo y la visión predarwiniana del acontecer humano en Estados Unidos, la verdad es que por primera vez parece zanjado el debate a favor de las tesis de Darwin. Tenemos –nosotros y los chimpancés– un antecesor común que nos niega el atributo de ser únicos con relación al resto de los animales; de ser únicos al comienzo, lo cual no quiere decir, como veremos enseguida, que no lo seamos al final de este largo proceso de desarrollo de la capacidad cognitiva.
He tenido la oportunidad de constatar que la división de pareceres que subsiste en el ámbito ideológico o de los partidos políticos es mucho más tenue, cuando no inexistente, en la comunidad científica. A lo largo de mi vida, siempre me había topado con científicos que consideraban al ser humano único e irrepetible; tan único en sus dotes cognitivas y emocionales que no se lo podía comparar con los demás animales. Los humanos no solo tenían un origen exclusivo, sino que varios rasgos básicos que los caracterizaban –como el lenguaje, la capacidad de fabricar máquinas y herramientas o su vocación artística o altruista– los diferenciaban incuestionablemente de los otros animales.
Frente a esa manera de mirar a la evolución de las especies, se hallaba el grupo de científicos minoritario para quienes Darwin había dado pruebas suficientes de que nuestro origen es común al del resto de los animales, que nuestro código genético es muy parecido al de la mosca de la fruta y que la diferencia entre ellos y nosotros es una cuestión de grado: algunas cosas las hacemos algo mejor y en cuanto a otras, no conseguimos imitar a determinados animales.
El ser humano comparte un ancestro común con el chimpancé que vivió hace unos seis millones de años (imagen: usuario de Flickr).
La situación ha cambiado de manera drástica a lo largo de los últimos años y meses. La reflexión colectiva, tanto como la utilización de pruebas para determinar lo que había de falso o erróneo en la cultura heredada, ha provocado un consenso sorprendente, representado por un neurólogo que, mucho antes de dedicarse al estudio de la evolución humana, se había especializado en la comunicación entre los dos hemisferios cerebrales; me refiero al profesor Michael Gazzaniga, de la Universidad de California. ¿Cuál es ahora el común denominador que prevalece en el pensamiento científico sobre el origen de los humanos?
Al comienzo de la evolución humana, no éramos únicos con relación a los demás animales; es más, pocos pueden dudar ahora de que compartimos un antecesor común con el chimpancé. Nuestra especie mostraba rasgos notables, como un cerebro relativamente grande –aunque no el más grande cuando se relacionaba cerebro y peso corporal–; aquellos organismos se hicieron pronto bípedos para poder liberar las manos y fabricar herramientas; mostraban una sociabilidad extraordinaria que les confería la capacidad de imitar a los demás aprendiendo de ellos.
Pero durante mucho tiempo no podían vanagloriarse de ser únicos en el mundo animal; en realidad, transcurrieron casi tres millones de años más sin que pasara gran cosa. Con toda probabilidad, sin embargo, ocurrieron dos hechos singulares. Hace unos treinta mil años se produjo una mutación genética que coincide con el momento en que paleontólogos y evolucionistas detectan un cambio cualitativo en la condición humana: su capacidad de abstracción y figuración. La segunda gran mutación genética prospera hace unos seis mil años y coincide con la aparición del lenguaje escrito y la primera gran civilización en Mesopotamia.
Así quedaba zanjado un debate que había durado décadas: en el comienzo, no éramos cualitativamente distintos de los otros animales; más tarde, nos diferenciamos hasta tal punto que pasamos a ser únicos; el soporte de esta transfiguración fue, primordialmente, biológico. Las tres sugerencias constituyen el nuevo consenso.